Me han comprado una sillita más pequeña de paseo. Según mami cuando ella empieze a trabajar la dejará en casa de la abuela para que podamos salir a la calle. Por lo visto piensa dejarme como un paquete en casa de la abuela y largarse de cháchara a su oficina. Pero mami, ¿no es más guay quedarte en casa conmigo?
Además, la abuela podría venirse a casa a cuidarme, pero papá trabaja en casa y prefiere estar sin "ruiditos". Ha conseguido que el perro deje de respirar cada vez que él habla por teléfono, así que mamá piensa que estaré mejor en casa de la abuela que en la nuestra, sometida al tercer grado de papá. Por eso me han comprado una silla nueva, la verdad es que es mucho más ligera y como mamá nunca brilló por su fuerza ni musculatura, es mucho más fácil que me lleve sola en el coche con esta sillita, y le costó algo menos de 90 €. No es tan chula como la otra, pero es más práctica y mucho más barata.
Gandalf, esa pelota mil veces pinchada, que sale en la foto entre tus patas delanteras, me recuerda que ya te puedes ir olvidando de coger mis juguetes. Por cierto que ese balón era de reglamento. Un chiquillo lo embarcó en casa un día que el perro estaba solo y cuando vino a buscar el balón tres días más tarde decidió que ya no merecía la pena llevarselo. Mi perro ha estado obsesionado con el balón casi un mes, intentando meterlo en casa todos los días y mamá que no, y que no. Menos mal que ya se le ha pasado el mes futbolero y ahora ha vuelto a obsesionarse con el puntito (el puntero láser). Que perro más bobo. Cuando yo consiga caminar se va a enterar de quién manda en esta casa.
Por cierto mami, en la foto se nota que la sillita la estabamos probando porque tiene todavía los plásticos puesto en el asa donde tú debes poner las manos, es que no me cuidas los detalles.